El Día Mundial de la Salud Mental nos invita a reflexionar sobre cómo vivimos, trabajamos y nos vinculamos en un mundo de cambios exponenciales. La tecnología avanza más rápido que nunca, pero nuestro cerebro no se actualiza con la misma velocidad.
La consecuencia: estrés, ansiedad, agotamiento.
Más de 1.000 millones de personas viven hoy con algún trastorno de salud mental, principalmente ansiedad y depresión (OMS, 2023).
No se trata de cifras lejanas: son realidades que atraviesan nuestras casas, nuestras oficinas, nuestros equipos.
James Gross, pionero en este campo, la definió así:
“La regulación emocional se refiere a los procesos mediante los cuales las personas influyen en qué emociones tienen, cuando las tienen y cómo las experimentan y expresan.”
Paul Gilbert, creador de la terapia centrada en la compasión, nos recuerda que convivimos con tres sistemas emocionales que necesitamos equilibrar:
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Podemos detectar que estamos “fuera de equilibrio” cuando:
No se trata de grandes cambios, sino de micro-hábitos que entrenan al cerebro para volver al equilibrio.
En cada interacción, las emociones se contagian. Una persona regulada influye en el clima emocional de un equipo entero. Por eso, crear espacios de pausa, reconocimiento, contención y feedback consciente no es un lujo, sino una estrategia de bienestar y productividad.
Al final, regularme yo es cuidar de mí. Y cuando lo hacemos todos, cuidamos de todos.