El Día Mundial de la Salud Mental nos invita a reflexionar sobre cómo vivimos, trabajamos y nos vinculamos en un mundo de cambios exponenciales. La tecnología avanza más rápido que nunca, pero nuestro cerebro no se actualiza con la misma velocidad.
La consecuencia: estrés, ansiedad, agotamiento.
La realidad que nos interpela
Más de 1.000 millones de personas viven hoy con algún trastorno de salud mental, principalmente ansiedad y depresión (OMS, 2023).
- La depresión y la ansiedad generan la pérdida de 12.000 millones de días laborales por año, con un costo de 1 billón de dólares en productividad (OMS).
- En Argentina, 6 de cada 10 trabajadores sufren estrés crónico y más del 60 % afirma haber experimentado burnout (Adecco, 2025).
- El Observatorio de la UCA muestra que el malestar psicológico urbano creció del 18,4 % al 28,1 % entre 2010 y 2024: casi tres de cada diez personas viven con síntomas ansiosos o depresivos.
No se trata de cifras lejanas: son realidades que atraviesan nuestras casas, nuestras oficinas, nuestros equipos.
¿Qué entendemos por regulación emocional?
James Gross, pionero en este campo, la definió así:
“La regulación emocional se refiere a los procesos mediante los cuales las personas influyen en qué emociones tienen, cuando las tienen y cómo las experimentan y expresan.”
Paul Gilbert, creador de la terapia centrada en la compasión, nos recuerda que convivimos con tres sistemas emocionales que necesitamos equilibrar:
- Amenaza: nos alerta y protege, pero en exceso genera ansiedad, ira o parálisis.
- Logro: nos motiva, nos activa, pero sobreactivado se convierte en exigencia constante.
- Cuidado/Calma: nos conecta con la pertenencia, la gratitud y la recuperación; muchas veces es el sistema más olvidado en la vida moderna.
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Señales de desregulación
Podemos detectar que estamos “fuera de equilibrio” cuando:
- Estamos irritables, preocupados o tensos de manera constante.
- No podemos frenar, saltamos de tarea en tarea sin celebrar logros.
- Nos cuesta disfrutar, pedir ayuda o conectarnos con calma.
Estrategias simples de autorregulación
- Para bajar amenaza: respirar lento, caminar, escribir lo que preocupa.
- Para moderar el logro: hacer pausas conscientes, celebrar pasos pequeños, organizar descansos.
- Para activar calma/cuidado: visualizar un lugar seguro, practicar gratitud, contactar a alguien de confianza.
No se trata de grandes cambios, sino de micro-hábitos que entrenan al cerebro para volver al equilibrio.
Somos arquitectos emocionales
En cada interacción, las emociones se contagian. Una persona regulada influye en el clima emocional de un equipo entero. Por eso, crear espacios de pausa, reconocimiento, contención y feedback consciente no es un lujo, sino una estrategia de bienestar y productividad.
Al final, regularme yo es cuidar de mí. Y cuando lo hacemos todos, cuidamos de todos.
09/10/2025 08:21:08